La pandemia ha puesto bajo la lupa las disparidades sociales y espaciales dentro de las ciudades como nunca antes, subrayaron los investigadores Somik Lall y Sameh Wahba, en un análisis publicado por el Banco Mundial.
Los vecindarios que carecen de estructuras físicas y servicios que mejoren la habitabilidad aumentan los riesgos de contagios, así lo definieron los analistas.
Los barrios donde los residentes no tienen otra opción que salir todos los días a buscar trabajo o servicios, evidentemente elevan las posibilidades de contagio, por lo que los investigadores determinaron que la “geografía económica, no la geografía física, determina el riesgo de contagio”.
Las ciudades con una alta densidad generalmente propician la creación de vecindarios de este tipo. La ciudad que los analistas tomaron como bandera de esta situación en 2020 fue Nueva York, donde el COVID-19 ha ocasionado numerosos contagios y muertes.
El análisis menciona el vecindario de Jackson Heights, “un animado y concurrido barrio de inmigrantes”, que recuerda a Nueva Delhi, y que es uno de los vecindarios más afectado por el virus. Mientras que en Chelsea , una de las zonas “más acomodada”, el número de casos es mucho menor.
En Chelsea, cita el documento, “el centro económico de la ciudad, la tierra tiene un valor más elevado y gracias a las eficientes reglamentaciones de planificación y desarrollo urbanístico, los urbanizadores tienen incentivos para construir estructuras altas y crear una gran cantidad de superficie útil”.
En contraste, en los vecindarios con bajos ingresos, “los urbanizadores no tienen incentivos para agregar superficie útil o exigir mejoras adicionales de la infraestructura”, de tal suerte que los habitantes de estos lugares viven en espacios más reducidos con familias multigeneracionales y con actividades que requieren interactuar con otras personas.
Los investigadores destacan que “las diferencias considerables en la geografía económica se han relacionado con los casos de COVID-19 en todo el mundo”, y llaman la atención de la carencia de infraestructura en las urbes en desarrollo.
Citan como ejemplos a las ciudades de El Cairo, Mumbai, Manila y Nairobi y otras ciudades de África y Asia, donde un número importante de personas viven en barrios marginales y asentamientos informales, y donde las condiciones de vida son precarias y los servicios públicos inadecuados, “especialmente de abastecimiento de agua y saneamiento”.
A partir de ese análisis, los investigadores del Banco Mundial recomiendan a los urbanistas trabajar en los siguientes lineamientos en la etapa de recuperación de la pandemia:
- Planificar, crear y proteger los espacios públicos. Es fundamental repensar la escala, el diseño y la distribución espacial de los lugares públicos, que incluyen las aceras, los parques, los lugares abiertos y los establecimientos públicos, como bibliotecas y centros comunitarios. Esta medida mejoraría el distanciamiento social y las actividades recreativas, a la vez que brindaría oportunidades para optimizar la respuesta y la recuperación ante la COVID-19
- Modificar las reglamentaciones para crear una mayor superficie útil. Es preciso organizar las ciudades en zonas más pequeñas de densidades diferenciadas, basadas en la capacidad y la demanda de infraestructura, especialmente, el transporte.
- Movilizar financiamiento para infraestructura urbana. Esto con el fin de fortalecer la capacidad de las comunidades y los gobiernos locales para mejorar las condiciones de vida en los barrios marginales e informales.
- Garantizar los derechos de propiedad y sobre la tierra. Sin la tenencia segura de la propiedad, los habitantes pobres, ya sea de asentamientos ilegales o informales, tienen pocos incentivos para mejorar las condiciones de sus viviendas..
- Propiciar los cielos azules. Las ciudades tienen una oportunidad única para preservar la calidad del aire mientras se recuperan sus economías, pues la pandemia sacó de circulación un número considerable de automotores.