Invisibles o ciegos

El censo 2020 nos ofrece la posibilidad de afinar la puntería en políticas públicas o, de plano, confrontar preconcepciones.

Por Moisés López Cantú

Qué bonito es lo bonito, dice una expresión popular. Qué bonitos son los números digo yo, tan bonitos que hasta hay número áureo y números imaginarios. Desafortunadamente, a pesar de su belleza y poder, a veces no sirven para nada.

A veces los números son invisibles o quienes los ven son, somos, ciegos.

El censo de 2020 nos ofrece algunos ejemplos: el número de viviendas deshabitadas, el número de personas con algún tipo de discapacidad y el número de viviendas en donde hay, cuando menos, una bicicleta que se usa como medio de transporte.

Según el censo, ya somos 5.78 millones de habitantes en Nuevo León, hay más de 2 millones de viviendas y 382,005 están deshabitadas, 18.7% del total. De qué nos sirve conocer el dato; hasta hoy de nada, no tenemos una política pública orientada al aprovechamiento de ese activo. Si se asume un valor bajo, digamos de $500,000 pesos, el valor total del activo sería casi dos veces el presupuesto de todo el estado o, si se quiere, lo suficiente para vacunar tres veces, contra el Covid, todo México.

En Nuevo León, 806,079 personas tienen algún tipo de discapacidad con limitación en la actividad cotidiana (14%) y un 5.6% tiene limitaciones para caminar, subir, bajar o ver, aun utilizando lentes. La pregunta obligada ¿Podríamos aspirar a que, cuando menos, el 6% de los presupuestos públicos se destina para remediar o mitigar los efectos de estas discapacidades o limitaciones en el espacio público y servicios para la movilidad?

Dicen que en Nuevo León no hay ciclistas, que porque hace mucho calor, y que por eso no se debe invertir en ciclovías. El Plan Integral de Movilidad Urbana Sustentable (PIMUS) del Área Metropolitana de Monterrey (AMM) dice que –a pesar del calor– el 19% de los viajes se hacen caminando y que el 0.8% en bicicleta, eso es más o menos 90,400 viajes diarios. 

Pero el censo 2020 dice que en Nuevo León el 42% de las viviendas ocupadas no disponen de ningún vehículo motorizado (viviendas en cochelandia, pero sin coche) y que hay 190,686 viviendas que tienen, cuando menos, una bicicleta que se usa como medio de transporte. Si nos atenemos al promedio de viajes por habitante (2.2 según el PIMUS) en Nuevo León se harían, cuando menos, 419,509 viajes en bicicleta todos los días. 

¿Son los ciclistas invisibles o el resto de nosotros ciegos? ¿Qué tantos son 419,509 viajes diarios en bicicleta? Bueno, son muchos más de los que se mueven en el Metro de Monterrey, y como tres veces el número de personas que pasan por la joya de la corona de la infraestructura para los autos en Monterrey (Gonzalitos) en un día típico.

Por eso digo, qué bonitos son los números y que inútiles pueden llegar a ser.

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Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de su autor y no necesariamente reflejan los puntos de vistas de HabitarMX.

Inundaciones en la CDMX, de la protección civil a la gestión integral del riesgo

La elevada propensión de la capital del país a inundaciones requiere un enfoque de gestión integral del riesgo, atendiendo las características demográficas.

person riding a bicycle during rainy day
La zona céntrica de la capital del país coincide con la zona que en otra época estuvo ocupada por lagos. Photo by Genaro Servín on Pexels.com

La construcción de la Ciudad de México sobre lagos desecados sumada a factores como la distribución de las precipitaciones, la prolífera urbanización y las características topomórficas de la ciudad se traducen en una alta propensión a la amenaza de inundación, condición que debe ser abordada desde un enfoque de gestión integral del riesgo de desastres.

Según el Anuario Estadístico y Geográfico de la Ciudad de México del Inegi (2017), 45% del suelo es llanura y 48% sierra, esto configura una depresión hacia el centro de la ciudad cuya parte más baja coincide con la zona que en otra época estuvo ocupada por lagos. Lo anterior ha generado un proceso de hundimiento que supone un reto más a la hora de gestionar el riesgo de inundación en la ciudad, puesto que las aguas residuales de esta son evacuadas mediante bombeo, a través de túneles.

En ese sentido para Arsenio González, del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC), la condición de “ciudad seca” en la Ciudad de México está siempre a prueba, puesto que si alguno de los túneles que evacuan el agua residual o pluvial deja de funcionar, se reconstituiría de manera natural el lago (Entrevista tomada de Morán, J. (2017). Escenarios de riesgos y desastres por sismos e inundaciones en la zona metropolitana de la Ciudad de México. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis.).

Intensidad de la amenaza de inundación

Fuente: Elaboración propia con base en el Atlas de riesgo de la CDMX.

Ante este panorama, la gestión integral del riesgo de desastres por inundación aparece como una necesidad más allá de ser un asunto de obligatoriedad legal. Y es justamente eso lo que demandan las características fisiográficas y sociales de la Ciudad de México: gestión integral del riesgo, que no es sinónimo de planes de protección civil. Estos últimos son solo una pequeña parte del universo que implica aquella, cuyo proceso involucra, entre otras cosas, actividades tendientes a la identificación y mitigación de vulnerabilidades tanto físicas como sociales. La importancia que reviste el estudio de la vulnerabilidad radica en que ésta, en interacción con la amenaza, dan paso al riesgo que a su vez puede traducirse en un desastre si no se gestiona adecuadamente.

La gestión integral del riesgo de inundación en la Ciudad de México debe atender a las complejidades sociales de la misma, máxime si se considera que 56% de las Áreas Geoestadísticas Básicas (AGEB) urbanas se ubican en zonas expuestas a altas intensidades de la amenaza de inundación (estimación propia con datos del Atlas de Riesgo de Inundación y del Censo de Población y Vivienda 2010), o que esta posee una densidad poblacional de 6,163.3 habitantes/km2 (INEGI, 2020). Esto supone un complejo sistema de población e infraestructura físicamente vulnerable ante inundaciones y resulta indiciario de las múltiples afectaciones que se padecerían con la materialización de un desastre de grandes proporciones por dicha amenaza.

“Las características demográficas de la población capitalina evidencian la necesidad de formular políticas en materia de gestión integral del riesgo de inundación con, al menos, enfoques de género, etario y de discapacidad, que permitan la mitigación del riesgo a partir de la deconstrucción de la vulnerabilidad”.

Así, cuestiones como el bajo índice de masculinidad de la ciudad (91.7 hombres por cada 100 mujeres), el alto índice de envejecimiento (90.2 personas de 60 años o más por cada 100 niños y adolescentes – entre 0 y 14 años de edad-) y la significativa proporción de personas en condición de discapacidad (8.23% de total nacional), evidencian la necesidad de formular políticas en materia de gestión integral del riesgo de inundación con, al menos, enfoques de género, etario y de discapacidad, que permitan la mitigación del riesgo a partir de la deconstrucción de la vulnerabilidad. 

De continuar el tratamiento del riesgo de inundación desde la perspectiva histórica de la protección civil y más aún, desde la idea de que estos desastres son de carácter natural, solo continuaremos aportando al proceso de construcción social del riesgo de inundación.

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